LA OBRA ministradora
de los santos ángeles, tal cual está presentada en las Santas Escrituras, es
una verdad de las más alentadoras y de las más preciosas para todo discípulo de
Cristo. Pero la enseñanza de la Biblia acerca de este punto ha sido obscurecida
y pervertida por los errores de la teología popular. La doctrina de la
inmortalidad natural, tomada en un principio de la filosofía pagana e
incorporada a la fe cristiana en los tiempos tenebrosos de la gran apostasía,
ha suplantado la verdad tan claramente enseñada por la Santa Escritura, de que
"los muertos nada saben." Multitudes han llegado a creer que los
espíritus de los muertos son los "espíritus ministradores, enviados para
hacer servicio a favor de los que han de heredar la salvación." Y esto a
pesar del testimonio de las Santas Escrituras respecto a la existencia de los
ángeles celestiales y a la relación que ellos tienen con la historia humana
desde antes que hubiese muerto hombre alguno.
La doctrina de que el hombre queda
consciente en la muerte, y más aún la creencia de que los espíritus de los
muertos vuelven para servir a los vivos, preparó el camino para el espiritismo
moderno. Si los muertos son admitidos a la presencia de Dios y de los santos
ángeles y si son favorecidos con conocimientos que superan en mucho a los que
poseían anteriormente, ¿por qué no habrían de volver a la tierra para iluminar
e ilustrar a los vivos? Si, como lo enseñan los teólogos populares, los
espíritus de los muertos se ciernen en torno de sus amigos en la tierra, ¿por
qué no les sería permitido comunicarse con ellos para prevenirlos del mal o
para consolarlos en sus penas? ¿Cómo podrán los que creen en el estado
consciente de los muertos rechazar lo que les viene cual luz divina comunicada
por espíritus glorificados? Representan un medio de comunicación considerado
sagrado, del que Satanás se vale para cumplir sus propósitos. Los ángeles
caídos que ejecutan sus órdenes se presentan como mensajeros del mundo de los
espíritus. Al mismo tiempo que el príncipe del mal asevera poner a los vivos en
comunicación con los muertos, ejerce también su influencia fascinadora sobre
las mentes de aquéllos.
Satanás puede evocar ante los hombres la apariencia de sus amigos fallecidos. La imitación es perfecta; los rasgos familiares, las palabras y el tono son reproducidos con una exactitud maravillosa. Muchas personas se consuelan con la seguridad de que sus seres queridos están gozando de las delicias del cielo; y sin sospechar ningún peligro, dan oídos a "espíritus seductores, y a enseñanzas de demonios."
Satanás puede evocar ante los hombres la apariencia de sus amigos fallecidos. La imitación es perfecta; los rasgos familiares, las palabras y el tono son reproducidos con una exactitud maravillosa. Muchas personas se consuelan con la seguridad de que sus seres queridos están gozando de las delicias del cielo; y sin sospechar ningún peligro, dan oídos a "espíritus seductores, y a enseñanzas de demonios."