por Keith Trumbo
Jesús manifestó su amor por todas las personas: permitió que una mujer que estuvo endemoniada le ungiera los pies con perfume; comió con los publicanos, cuya reputación de ladrones era proverbial; y sanó a personas que ni siquiera se lo habían pedido. El mismo Jesús que hizo estas cosas y dijo a las personas: “Tus pecados te son perdonados” (S. Lucas 7:48), ¿se negará a admitir a alguien en su reino celestial porque decidió no ser sumergido en agua en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo?
¿Alguna vez ha escuchado a un padre que le diga a su hijito: “Si lo haces una vez más, te voy a…”? Yo lo he escuchado, y yo mismo les he dicho esas palabras a mis hijos. Cuando el niño reincide, el padre repite: “Si lo haces una vez más, te voy a…”. No se necesita mucho tiempo para que un niño sepa que las palabras de su padre son huecas, y que no lo llamará a cuentas. Lo mismo ocurre en nuestra relación con Jesús, pero él sí enseñó que nos hará responsables por nuestras decisiones. Prometió que cuando regrese, va a separar a las personas en dos grupos: el de las ovejas y el de los cabritos. Las ovejas reciben la vida eterna y los cabritos no (ver S. Mateo 25:32, 33, 41). Jesús también dijo: “No todo el que me dice Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (S. Mateo 7:21). Jesús enseñó y vivió conforme a un mensaje de amor que incluye la rendición de cuentas.
¿Cómo describió Jesús nuestra responsabilidad ante él? Él expresó: “El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él. El que no me ama, no guarda mis palabras” (S. Juan 14:23, 24). Jesús hará responsables a las personas que no guarden la Palabra del Señor. ¿Y qué dijo él acerca del bautismo? “El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado” (S. Marcos 16:16).