"En aquel tiempo se levantará Miguel, el gran príncipe
que está de parte de los hijos de tu pueblo; y será tiempo
de angustia, cual nunca fue desde que hubo gente hasta entonces; pero en
aquel tiempo será librado tu pueblo, todos los que se hallen escritos
en el libro" (Daniel 12:1).
El tiempo de angustia se inicia después que el tiempo de gracia
ha concluido; ya no morirá ningún miembro del pueblo de Dios.
Cuando el primer mártir del cristianismo, Esteban, fue lapidado
"los testigos pusieron sus vestidos a los pies de una mancebo que se llamaba
Saulo" (Hechos 7: 58). El que una vez persiguió a la Iglesia y aprobó
la muerte de Esteban, llegó a ser un gran apóstol del Señor.
Así ha sido a través del tiempo, los mártires de Dios,
con su muerte, testifican para que otros se unan al pueblo de Dios. Pero
la muerte de un hijo de Dios después de terminada la gracia, no
tiene ningún sentido; sería mas bien una derrota.
Al iniciar el tiempo de angustia de Jacob, la imagen de la bestia ha
hablado y Dios ha hablado por medio del fuerte clamor, de modo que el mundo
está divido en dos grupos: uno que lleva el sello de Dios y el otro
que lleva la marca de la bestia.