¿Qué estás haciendo, papá? Es la pregunta que muchas veces he
escuchado de labios de mis hijos. Incluso mi hijo Gabriel, que ya es una
persona adulta, cuando me llama por teléfono me hace la misma pregunta.
Pareciera que hay un gran interés de parte de nuestros seres queridos
en saber qué estamos haciendo. Cuando estoy de viaje y converso con mi
esposa, una de las preguntas que nos hacemos el uno al otro es: “¿Qué
estás haciendo, mi amor?”
De igual manera, todo buen cristiano desea saber lo que está haciendo
Jesús en el cielo. La mayoría de los cristianos están familiarizados
con el Jesús histórico. El Jesús del pasado. Aquel que, como dice la
Santa Biblia, vino en el preciso momento, en el cumplimiento del tiempo
(Gálatas 4:4). Muchos conocen al Jesús de Galilea, el que nació en Belén
de Judea y fue sometido a escarnios y finalmente crucificado. La
mayoría de los cristianos sabemos que ese Jesús que nació en Belén y que
murió en el Gólgota no quedó en la tumba, sino que resucitó y subió al
cielo y se sentó a la diestra de Dios el Padre (S. Marcos 16:19). Muchos
saben lo que Jesús hizo. Pero, se ha hecho usted la pregunta: ¿Qué está
haciendo ahora Jesús en el cielo? Afortunadamente no necesitamos
conjeturar respecto a esta pregunta. La Biblia no nos ha dejado a
oscuras en cuanto a la obra de Jesús en la tierra . . . y tampoco en
cuanto a la obra que hoy está haciendo en el cielo. La Biblia es muy
clara cuando describe el ministerio de Jesús después de su ascensión al
cielo (Hebreos 4:14-16).
Las Sagradas Escrituras enfatizan dos aspectos principales del
ministerio de Cristo en favor de usted y de mí: Su sacrificio expiatorio
y sustitutivo por nuestros pecados en la cruz del Calvario y su obra
intercesora en el Santuario celestial. La Biblia usa el simbolismo del
Santuario terrenal para presentar la naturaleza del ministerio de Jesús
en la tierra y en el cielo. En el Santuario terrenal todo el plan de la
salvación estaba expresado en forma de símbolos y tipos. Por eso, el
tema de la obra de Cristo en el Santuario celestial merece suma
atención. Todo estudiante serio de la Biblia descubrirá en el estudio
del santuario no solo el sacrificio de Jesús en forma de símbolos, sino
también su ministerio sacerdotal en el Santuario celestial. Todo
cristiano que ama a Jesús se interesará en conocer estos aspectos tan
vitales del plan de la redención.
“Y harán un santuario para mí, y habitaré en medio de ellos”.
¿Porqué un santuario en la tierra? ¿Cuál era el propósito de Dios
cuando le pidió a Moisés que hiciera un santuario? "Y harán un santuario
para mí, y habitaré en medio de ellos" (Éxodo 25:8). Desde la caída del
hombre y su subsiguiente expulsión del Edén (Génesis 3:23), Dios ha
estado tratando de restaurar la relación perfecta que existía entre los
seres humanos y su Creador. Esta hermosa armonía fue rota por causa del
pecado (Isaías 59:2). El pecado hizo separación entre Dios y sus hijos, a
tal punto que Dios tuvo que echar a Adán y a Eva fuera del jardín en el
cual ellos se encontraban diariamente con él. El plan de salvación de
la raza humana fue puesto en marcha en la creación del mundo (Efesios
1:4). La promesa de la victoria fue hecha en Génesis 3:15: “Y pondré
enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya”.
Esta victoriosa declaración es reconocida por muchos teólogos como un
anuncio evangélico, o sea, la primera buena noticia de la salvación: La
promesa de que la semilla de la mujer [Jesús] derrotaría a la serpiente
[Satanás]. Dios enviaría a un hombre, Jesucristo, para salvar a muchos
(S. Juan 3:15-16). La Biblia dice que todos pecaron y están destituidos
de la gloria de Dios (Romanos 3:23). Sin Dios, estamos completamente
perdidos. De hecho, lo que hace que una persona se aparte de Dios es el
pecado. Tan pronto como Adán y Eva pecaron, se apartaron de Dios. Pero
Dios nunca se apartó de ellos. Incansablemente los buscó hasta que los
encontró (Génesis 3:8-9). Eso mismo hace Dios diariamente con usted.
Pues si bien es cierto que Jesús está en el cielo, él nos prometió su
presencia por medio de su Espíritu Santo (S. Mateo 28:20).
El pecado causa muerte
La gran tragedia del pecado es que además de alejar al ser humano de
su Dios, trae consigo la muerte. La Biblia dice que la paga del pecado
es muerte (Romanos 6:23). Y por supuesto, la misma separación del hombre
de Dios, quien es la fuente de la vida, trae como resultado la muerte.
Una de las lecciones más importantes del santuario es precisamente
mostrar a los seres humanos que el pecado significa muerte.
El propósito del santuario
El santuario o templo de Dios en la tierra era el símbolo de la
presencia divina. Era por así decirlo la morada terrenal del Dios
Altísimo. Por medio del santuario, Dios mostró dos aspectos de su
naturaleza trascendente: En primer lugar, su deseo de habitar en medio
de su pueblo (“y habitaré en medio de ellos”); y en segundo lugar, su
lejanía. Porque el Dios Altísimo, el gran arquitecto del universo, a
quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver, no puede ser
contenido entre las paredes de un templo. La trascendencia de Dios se
muestra tanto en el hecho de que Dios habita en la eternidad, como
también en el hecho de que trasciende, que puede habitar en el espacio y en el tiempo del hombre.
En la Biblia se mencionan varios templos. Sin embargo, el propósito
principal del templo es para que sea la morada de Dios entre su pueblo.
Este concepto de por sí ya tiene implicaciones salvíficas, pues en la
encarnación de Jesús, Dios, por así decirlo, puso su tienda entre los
hombres.
La Bíblia dice: “He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y
llamarás su nombre Emanuel, que traducido es: Dios con nosotros” (S.
Mateo 1:23). El nacimiento de Cristo significaba lo mismo que el
santuario: Dios con nosotros. La divinidad está velada en la humanidad
de Cristo. En su gran amor para con el ser humano, Dios se hace presente
en medio de su pueblo. Juan lo presenta en una forma aun más clara: “Y
aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos
su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de
verdad” (S. Juan 1:14; la letra cursiva es nuestra). La palabra griega
de la cual se traduce “habitó” significa literalmente tabernaculó
con nosotros. O sea, la misma palabra que se utiliza para
“tabernáculo”, significa habitar. El Verbo, la Palabra, el Dios eterno,
puso su habitación con los hombres. Éste es realmente el gran misterio
de la piedad. ¿No es este un pensamiento maravilloso, que el Dios
omnipotente creador del cielo y de la tierra quiera morar con nosotros?
Los servicios del santuario
Para saber lo que Jesús está haciendo ahora, es importante estudiar
la obra que se realizaba en el Santuario terrenal. En el santuario de
Israel se celebraban sacrificios diarios y anuales. “Los sacrificios
eran el centro del santuario”.1 En el
santuario se ofrecían sacrificios diarios por los pecados del pueblo. El
penitente traía un corderito sin mancha y sin defecto delante del
sacerdote. El pecador colocaba sus manos en la cabeza del animal y
confesaba sus pecados. De esta manera los pecados eran transferidos del
pecador al animal, que era degollado y su sangre esparcida en el altar.
Todo este ritual diario apuntaba hacia el futuro, y anunciaba la obra
expiatoria del Señor Jesucristo. Así como el corderito era sacrificado
por los pecados del pueblo, así también Cristo fue ofrecido una sola vez
por los pecados de todos nosotros. Por eso, la Biblia dice que todo
esto era “sombra de los bienes venideros” (Hebreos 10:1). “Todo el
sistema de sacrificios del santuario de Israel era una profecía compacta
del evangelio que prefiguraba el sacrificio y el sacerdocio de Cristo,
que por medio de la muerte venció al que tenía el imperio de la muerte,
esto es, al diablo” (Hebreos 2:14).2
Por eso, es de vital importancia que se entienda no solamente lo que
Cristo hizo en el Calvario, su sacrificio por nuestros pecados, sino
también lo que está haciendo ahora, su obra mediadora en el Santuario
celestial. Estoy de acuerdo con lo que dice M. L. Andreasen: “Es bueno
que los cristianos estudien el santuario y su servicio: contiene
preciosas lecciones. Allí se ve a Cristo como el Gran Sumo Sacerdote, un
cargo que para muchos miembros de la iglesia ha perdido su significado.
Y sin embargo, la obra de Cristo como Sumo Sacerdote es la esencia
misma del cristianismo, el corazón de la expiación”.3
El Santuario celestial es el lugar donde Cristo conduce su ministerio
sacerdotal en nuestro favor. El sacerdocio de Cristo es un sacerdocio
inmutable según dice el libro de Hebreos: “Por lo cual puede también
salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo
siempre para interceder por ellos” (Hebreos 7:25). Esto nos da la
confianza que podemos acercarnos a él confiadamente para hallar gracia y
perdón por nuestros pecados (Hebreos 4:16).
El ministerio diario
En el Santuario terrenal, los sacerdotes realizaban dos ministerios
distintos: Uno era el ministerio de los sacrificios diarios en el Lugar
Santo, y otro el ministerio anual en el Lugar Santísimo. El ministerio
sacerdotal que se realizaba en el Lugar Santo del santuario puede ser
descrito como un ministerio de intercesión, perdón, reconciliación y
restauración. Era un ministerio continuo, que proveía constante acceso a
Dios por medio del sacerdote. Esto simbolizaba la verdad de que el
pecador arrepentido tiene acceso inmediato y constante a Dios por medio
del ministerio sacerdotal de Cristo como intercesor y mediador (Efesios
2:18; Hebreos 4:14-16; 7:25; 9:24).4
También nos muestra la verdad de que nosotros no necesitamos un mediador
humano entre nosotros y Dios, pues Cristo es nuestro gran sumo
sacerdote y mediador. En la primera epístola del apóstol San Pablo a
Timoteo leemos: “Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y
los hombres, Jesucristo hombre” (1 Timoteo 2:5). De la misma manera en
que los animales que eran sacrificados en el Santuario terrenal
apuntaban a un más excelente sacrificio, el de Cristo Jesús como un
cordero sin mancha y sin contaminación, así también el sacerdote que
ministraba en el santuario era un símbolo del verdadero gran sumo
sacerdote que ministra en el Santuario celestial por cada uno de
nosotros (Hebreos 4:14-16). Cuando los hombres en la tierra toman el
lugar de mediadores entre Dios y los hombres, están tomando el lugar que
le corresponde a Cristo en el cielo (Hebreos 7:24-26). Él es el único
mediador y no hay otro. Ningún ser humano puede servir como mediador
entre Dios y los hombres. Solamente Jesús (S. Juan 14:6).
El ministerio anual
El ministerio sacerdotal que se realizaba en el Lugar Santísimo del
Santuario terrenal era un ministerio de purificación. Se realizaba una
vez por año, y era dirigido por el sumo sacerdote. Después de haber
realizado la obra de expiación por los pecados, en representación de
Cristo como mediador, el sumo sacerdote tomaba sobre sí los pecados que
habían contaminado el santuario durante todo el año y los transfería al
macho cabrio de Azazel, que representaba a Satanás. Éste era llevado al
desierto fuera del campamento de Israel, simbolizando así la
erradicación del pecado. De esta forma, el santuario quedaba purificado
de toda la contaminación acumulada durante un año (Levítico 16). El día
de la purificación del santuario se denominaba “día de la expiación”.
Era un día de aflicción del alma, en el cual el pueblo de Dios examinaba
su relación con Dios. Un día de juicio, en el que no solo el santuario
debía quedar limpio, sino también el pueblo.
Entender el nacimiento, la muerte y la resurrección de Cristo es
esencial para la salvación de todo ser humano. También lo es entender lo
que él ha estado haciendo desde su ascensión. Ambos ministerios están
caracterizados simbólicamente en el Santuario terrenal. Es cierto que la
muerte de Cristo en el Calvario y su sacrificio por los pecados de la
humanidad son completos y suficientes. Sin embargo, de acuerdo a la
Biblia, su obra de salvación y su ministerio continúan en el cielo y en
la tierra. Jesús es nuestro intercesor en el cielo. Él es nuestro sumo
sacerdote y mediador de un nuevo pacto. Vive para interceder siempre por
nosotros (Hebreos 7:25). Cuando Jesús termine su obra mediadora en el
cielo, entonces se quitará sus vestiduras sacerdotales y se pondrá sus
vestiduras de rey para venir a buscar a sus hijos (Apocalipsis
22:11-14).
Mientras Jesús realiza su ministerio purificador en el cielo, ¿desea
pedirle que él también purifique su vida para tener armonía con Dios y
sentir su presencia?
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario
POR FAVOR DEJANOS TUS COMENTARIOS...SON DE GRAN IMPORTANCIA..