por Clifford Goldstein
Los juegos de azar son una industria multimillonaria. A fin de
conservar el negocio, los dueños de los casinos y de los hipódromos
necesitan ganar más dinero del que pierden. Así, dependiendo de lo que
uno juega y cómo juega, las probabilidades están siempre en contra del
apostador en una relación de diez a uno, de veinticinco a uno, y aun de
cien a uno. Cualesquiera sean las probabilidades, usted ciertamente
perderá más de lo que gane. Así es como sobreviven los casinos y los
hipódromos.
Supongamos, sin embargo, que usted tuviera una probabilidad de
acierto de cinco o seis a uno a su favor. Supongamos, aún más, que esas
probabilidades a favor suyo le ofrecieran algo mucho mejor de lo que le
ofrece cualquier casino, como por ejemplo conocer con seguridad qué le
deparará el futuro.
Las buenas nuevas son que el libro de Daniel ofrece un porcentaje de
acierto de cien por ciento a su favor respecto de la posibilidad de
conocer el futuro. ¿Por qué, entonces, jugar en contra de Dios, si él
nos ofrece algo tan favorable?
El libro de Daniel nos habla de un sueño que un joven judío, seis
siglos antes de Cristo, interpretó para el rey de Babilonia. En el
sueño, el rey vio una estatua gigante: Su cabeza era de oro; los brazos y
el pecho, de plata; su vientre y sus muslos, de bronce; sus piernas, de
hierro; sus pies, en parte de hierro y en parte de barro cocido.
Eventualmente, una piedra gigante, “cortada no con mano”, derrumbaría la
estatua (ver Daniel 2:31-34).
La interpretación del sueño
Éste es el sueño. La interpretación es la siguiente: Después de
hablar acerca del rey y de su poder, Daniel le dice: “Tú eres aquella
cabeza de oro. Y después de ti se levantará otro reino inferior al tuyo;
y luego un tercer reino de bronce, el cual dominará sobre toda la
tierra. Y el cuarto reino será fuerte como hierro; y como el hierro
desmenuza y rompe todas las cosas, desmenuzará y quebrantará todo”
(Daniel 2:38-40).
En otras palabras, Babilonia era aquella cabeza de oro. Después de
Babilonia vendría otro reino, simbolizado por la plata. Y eso es lo que
sucedió: El Imperio Medo-persa se levantó después de la caída de
Babilonia. De acuerdo al sueño, otro imperio se levantaría después de
éste. Y eso sucedió meridianamente:
El
antiguo Imperio Griego se levantó después de la caída del Imperio
Medo-persa. Luego vino otro reino mayor, hecho de hierro, que devastaría
todo a su paso. Y ése fue, de hecho, el Imperio Romano, que se levantó
después de Grecia.
Ahora bien, de acuerdo a la profecía, únicamente la cabeza sería de
oro. Los brazos y los pechos no tenían nada de oro, porque el imperio
babilónico había sido completamente arrasado. La plata, que representa
al Imperio Medo-persa, estaba limitada al pecho y a los brazos, porque
dicho imperio se desvaneció ante las huestes griegas. Las piernas de la
estatua no contienen bronce, sólo hierro, porque el imperio pagano de
Roma reemplazó al griego.
Pero entonces, la distinción entre los metales, que representan
imperios, finaliza. A diferencia de los anteriores imperios, que
desaparecieron, la Roma imperial no fue seguida por otro imperio y
reemplazada por un nuevo metal. En vez de esto, fue dominada y dividida
por varias tribus que fueron precursoras de las naciones europeas
actuales. Eso está representado por los pies y los dedos que siguen al
Imperio Romano. A diferencia de otras naciones, que fueron reemplazadas
por nuevos metales, los pies continúan siendo de hierro, aunque no sólo
de hierro, sino de hierro mezclado con barro. La mezcla aún incluye al
Imperio Romano, que no fue totalmente destruido, porque continuó
existiendo de otro modo.
Los dedos de hierro y de barro
Veamos qué sucedió más tarde con el Imperio Romano: “Y lo que viste
de los pies y los dedos, en parte de barro cocido de alfarero y en parte
de hierro, será un reino dividido; mas habrá en él algo de la fuerza
del hierro, así como viste hierro mezclado con barro cocido. Y por ser
los dedos de los pies en parte de hierro y en parte de barro cocido, el
reino será en parte fuerte, y en parte frágil. Así como viste el hierro
mezclado con barro, se mezclarán por medio de alianzas humanas; pero no
se unirán el uno con el otro, como el hierro no se mezcla con el barro”
(Daniel 2:41-43).
A diferencia de los tres imperios que lo precedieron, el Imperio
Romano no fue reemplazado por un nuevo imperio; tal como aparece en la
visión, el hierro no fue reemplazado por un nuevo metal. En vez de esto,
Roma fue dividida en las naciones que llegaron a ser la Europa moderna.
Algunas naciones fueron fuertes, y otras débiles. ¡Qué representación
perfecta de la Europa de hoy, compuesta de naciones con un tremendo
impacto internacional, como Gran Bretaña, Francia y Alemania, y de otras
más modestas como Luxemburgo y Andorra!
Daniel dijo, además, que “se mezclarán por medio de alianzas humanas”
(vers. 43), ¡lo cual representa nuevamente una descripción perfecta de
la Europa moderna! Cuántos matrimonios de la realeza se han formado con
el paso de los años, y aún hoy se entrelazan los pueblos de Europa, a
pesar de que la profecía afirma que “no se unirán el uno con el otro,
como el hierro no se mezcla con el barro” (vers. 43). En otras palabras,
Europa no será una entidad singular. A pesar de las diferentes alianzas
económicas, como la Comunidad Económica, Europa está aún compuesta por
naciones separadas por idiomas, fronteras e intereses políticos. Esto es
exactamente como la profecía, escrita cerca de 600 años antes de
Cristo, presenta a Europa.
El reino eterno
De acuerdo a la profecía, se levantará otro poder. Hablando de las
naciones que surgirían del Imperio Romano, es decir, las actuales
naciones europeas, dice lo siguiente: “Y en los días de estos reyes el
Dios del cielo levantará un reino que no será jamás destruido, ni será
el reino dejado a otro pueblo; desmenuzará y consumirá a todos estos
reinos, pero él permanecerá para siempre” (vers. 44).
Así, Babilonia vino y se fue, como fue predicho. El Imperio Medo-persa
vino y se fue, como fue predicho. Grecia vino y se fue, como fue
predicho. Cada predicción cumplida aumenta la credibilidad del resto de
la profecía. El Imperio Romano surgió como fue predicho.
Como fue predicho, Europa fue dividida luego en varias naciones.
Algunas serían débiles y otras fuertes, como también fue predicho. Se
casarían y se mezclarían entre ellos. Sin embargo, estas naciones no
llegarían a unirse como un imperio único, así como fue predicho. Hasta
aquí, Daniel acertó en ocho de ocho predicciones.
Hoy, desde nuestro punto de vista, el único reino que aún no ha
llegado es el último: el reino de Dios. Todos los otros reinos han
llegado y se han ido, como fue predicho.
Así es que, si analizamos la profecía y sus cumplimientos, podemos ver
que las probabilidades de que el reino de Dios sea una realidad son
altísimas.
Ningún casino le puede ofrecer a usted una garantía mayor para ganar.
Qué tonto, entonces, sería no lanzar sus fichas con el Dios que ha
prometido que todo esto ocurrirá. Ésta es la mayor garantía de triunfo
en cualquier apuesta que haya hecho alguna vez en su vida.
Clifford Goldstein escribe desde Silver Spring, Maryland.
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