por Miguel A. Valdivia | Tomado de El Centinela® de Noviembre 2006 |
Pronto la atmósfera de la Tierra será rasgada por una comitiva extraterrestre que cambiará para siempre nuestra historia.
Hay acontecimientos que nos definen como generación. El 11 de
septiembre de 2001 marcó un enorme impacto en la conciencia humana, y el
comienzo de la guerra global contra el terrorismo. En 1989, el mundo
presenció la caída del muro de Berlín, que significó el fin de la Guerra
Fría y un nuevo mundo político. Veinte años antes, a fines de la década
que nos trajo la Crisis de los Misiles, los Beatles y los hippies, el
mundo entero presenció las imágenes de los primeros hombres en llegar a
la Luna y regresar.
La primera mitad de esta increíble hazaña culminó con la llegada a la
superficie de la Luna del módulo lunar de la nave Apolo 11. El
alunizaje ocurrió a las 4:17 p.m. hora del este, el 20 de julio de 1969.
A las 10:56 de esa misma noche, el comandante Neil Armstrong dio el
primer paso sobre la Luna. Luego él y Edwin (Buzz) Aldrin caminaron y
trabajaron sobre la superficie lunar durante 2 horas y 31 minutos.
Tan emocionante como la llegada a la Luna fue la reentrada a la
atmósfera terrestre. Poco después del mediodía del 24 de julio, a unos
1.330 km (812 millas) al suroeste de Hawaii, los marineros a bordo del
portaaviones U.S.S. Hornet, y varios representantes de la NASA,
miraban atentamente hacia un cielo azul y sin nubes, hasta que, a las
12:50 p.m., la pequeña nave en forma cónica rasgó la atmósfera de la
Tierra a una velocidad de 36.194 pies por segundo, y cayó sobre las
aguas del Océano Pacífico, trayendo sanos y salvos a los tres
astronautas norteamericanos.
Las implicaciones y el impacto de esta misión todavía repercuten en
nuestro tiempo, pero podríamos decir sin equivocarnos que la humanidad
presenciará otra reentrada espacial que eclipsará por mucho la hazaña
del Apolo 11, y todo otro acontecimiento histórico. La Biblia la llama
simplemente el retorno de Cristo, y nos brinda suficientes datos para
establecer una descripción clara de este evento.
Cómo vendrá Jesús
1. La venida de Cristo será visible. Jesucristo describió su venida como un evento público y extraordinario, nada que se aproxime a una venida espiritual o secreta.
Cuando llegó el momento de trasladarse al cielo, Jesús reunió a sus
discípulos y les habló brevemente sobre la promesa del poder que les
sería impartido por el Espíritu Santo. He aquí lo que sucedió después:
“Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado, y le
recibió una nube que le ocultó de sus ojos. Y estando ellos con los ojos
puestos en el cielo, entre tanto que él se iba, he aquí se pusieron
junto a ellos dos varones con vestiduras blancas, los cuales también les
dijeron: Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo” (Hechos 1:9-11, la cursiva es nuestra).
La Biblia siempre describe la venida de Cristo como algo personal, visible y glorioso. Dejemos que sea la Palabra la que hable:
“Porque como el relámpago que sale del oriente y se muestra hasta el
occidente, así será la venida del Hijo del Hombre... Entonces aparecerá
la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas
las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las
nubes del cielo, con poder y gran gloria” (S. Mateo 24:27, 30).
El Apocalipsis también acentúa la visibilidad del magno evento: “He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá,
y los que le traspasaron; y todos los linajes de la tierra harán
lamentación por él. Sí, amén” (Apocalipsis 1:7, la cursiva es nuestra).
No temamos que la segunda venida sea un evento reservado para algunos
privilegiados, que pase inadvertido para la mayoría, la Biblia nos
asegura que será imposible ignorar la venida gloriosa del Hijo del
Hombre.
2. Será audible. La magnitud de la segunda venida no impactará solamente nuestro sentido de la vista, sino también nuestra capacidad auditiva.
“Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con
trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo
resucitarán primero” (1 Tesalonicenses 4:16).
Otras versiones dicen que el Señor vendrá con “clamor”. Lo que es
indudable es el poder extraordinario de la voz de Dios. Será tan
penetrante que incluso los santos muertos la oirán. Entrará hasta los
sepulcros más profundos con su mensaje de victoria sobre el pecado y la
muerte. Así lo describe también el apóstol Pablo. “En un momento, en un
abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la
trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros
seremos transformados” (1 Corintios 15:52).
¿Qué escucharemos entonces? Todo el planeta será inundado con los
sonidos más poderosos alguna vez escuchados. Se oirá la voz de Dios,
descrita en otro pasaje como el estruendo de muchas aguas (Apocalipsis
1:15); se escuchará el clarín de una trompeta sobrenatural que sacudirá
hasta los sepulcros. No hay espectáculo humano capaz de rivalizar con la
magnitud del regreso del Creador de este planeta cuando venga a
reclamar a su creación perdida.
3. Será gloriosa. Otros detalles sobresalientes acerca de la
venida del Señor nos dan una idea certera de su forma. Esta vez Jesús no
vendrá solo; no vendrá a compartir la suerte de los seres humanos que
lo rechazaron y lo condenaron. Su venida será la de un general
triunfante. En forma simbólica y muy significativa, el Apocalipsis lo
describe como el jinete del caballo blanco:
“Entonces vi el cielo abierto; y he aquí un caballo blanco, y el que
lo montaba se llamaba Fiel y Verdadero, y con justicia juzga y pelea…
Estaba vestido de una ropa teñida en sangre; y su nombre es: EL VERBO DE
DIOS. Y los ejércitos celestiales, vestidos de lino finísimo, blanco y
limpio, le seguían en caballos blancos... Y en su vestidura y en su
muslo tiene escrito este nombre: “REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES” (Apocalipsis 19:11-16).
Jesús vendrá acompañado de un ejército glorioso. El libro de Judas
cita una antigua profecía de Enoc: “He aquí, vino el Señor con sus
santas decenas de millares” (Judas 14). Pero no será este ejército el
que determinará la derrota completa de Satanás. El poder que creó el
universo hará la extraña obra de destrucción. La misma voz que llamó a
la vida a nuestro planeta, con su topografía, fauna y flora, producirá
una destrucción que no podría ser imitada por todas las bombas atómicas.
Refiriéndose primeramente a la ocasión y luego a la forma del evento.
el apóstol Pedro dice:
“Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los
cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán
deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas...
¡Cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir,
esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios, en el cual los
cielos, encendiéndose, serán deshechos, y los elementos, siendo
quemados, se fundirán!” (2 Pedro 3:10-12).
¿Para qué vendrá Jesús?
1. Jesús vendrá para librarnos de la muerte.
Cristo obtuvo la victoria decisiva en el Calvario. Su muerte y resurrección hicieron posible que todo ser humano que desee pueda escaparse de las garras del pecado y de Satanás. Nadie puede cerrar la puerta de la salvación que él abrió. Pero el conflicto no concluirá hasta que Satanás y la muerte sean eliminados por completo.
Leamos cómo lo explica San Pablo:
“Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán
vivificados... Porque preciso es que él reine hasta que haya puesto a
todos sus enemigos debajo de sus pies. Y el postrer enemigo que será
destruido es la muerte” (1 Corintios 15:22-26).
El apóstol continúa describiendo la segunda venida: “En un momento,
en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la
trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros
seremos transformados” (vers. 52).
2. Jesús vendrá para librarnos de la injusticia y del sufrimiento.
El plan de salvación, del cual Cristo es ejecutor, tiene el propósito de neutralizar por completo todas las consecuencias del pecado. Desde la muerte de Abel, el hombre ha tenido que soportar la injusticia. A menudo se ha escuchado el clamor de hombres y mujeres que preguntan: ¡Hasta cuándo, Señor!
¿Hasta cuándo continuarán rodando las lágrimas de las víctimas de
este mundo? ¿Hasta cuándo continuará la angustia de los pobres y los
oprimidos? ¿Hasta cuándo habrá padres que tengan que enterrar a sus
hijos por causa de la violencia innecesaria? ¿Por qué unos nacen en
situaciones desventajosas cuando otros lo tienen todo? ¿Por qué a veces
prosperan los malos y los buenos sufren bajo la miseria o la enfermedad?
El juicio final de Dios, del que hablamos en el capítulo anterior,
resolverá para siempre el problema de la injusticia y el sufrimiento.
“Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos
ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria, y serán
reunidas delante de él todas las naciones; y apartará los unos de los
otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos” (S. Mateo
25:31-32; lea hasta el 46).
El apóstol Pablo instó a Timoteo con las palabras: “Te encarezco
delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los
muertos en su manifestación y en su reino” (2 Timoteo 4:1).
3. Jesús vendrá para reinar.
El resultado más glorioso de la segunda venida es que tendrá efectos permanentes. Jesús viene para quedarse. La Biblia abunda en pasajes sobre el reinado del Mesías.
El Apocalipsis anuncia proféticamente el momento de la toma de
posesión: “El séptimo ángel tocó la trompeta, y hubo grandes voces en el
cielo, que decían: Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro
Señor y de su Cristo; y él reinará por los siglos de los siglos”
(Apocalipsis 11:15).
De rodillas ante Dios
Los efectos de la segunda venida significarán mucho más que lo que
nuestras palabras pueden expresar. Joni Eareckson Tada explica lo que la
segunda venida significará para ella. Joni es cuadripléjica y está
limitada a una silla de ruedas. Una de las cosas que más anhela en su
vida es poder postrarse de rodillas para adorar a Dios.
En cierta ocasión Joni participó en una convención en la que se
invitó a todos los concurrentes, unas 600 personas, a arrodillarse para
un momento de oración. Al ver a este enorme grupo de rodillas ante Dios,
Joni no pudo contener sus lágrimas de emoción. Entonces oró así: “Señor
Jesús, espero con ansias el día cuando me pondré de pie sobre mis
piernas resucitadas. Lo primero que haré entonces será dejarme caer de
rodillas y adorarte”.
Pronto vendrá el día en el que Joni, usted y yo podremos
arrodillarnos ante el Rey que viene. El cielo está a las puertas. ¿No
querrá usted prepararse para ese día?
El autor es el director de El Centinela.
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miércoles, 7 de agosto de 2013
¿CÓMO VENDRA JESÚS?
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