por Víctor F. Figueroa | Tomado de El Centinela® de Abril 2013 | ||||||||||||||
¿Se imagina usted una ciudad donde miles de autos y buses circulan
sin que haya una ley que regule el tránsito vehicular? El tráfico sería
un caos y los accidentes se multiplicarían. Para prevenir esta
situación, en cada país del mundo existe una ley de tránsito y una
oficina que controla su cumplimiento. Ahora proyectémonos a nuestro
sistema planetario ¿Qué sucedería si no hubiese leyes que regulen la
marcha de los planetas en sus respectivas órbitas alrededor del Sol?
Hace buen rato hubiésemos dejado de existir. Gracias a Dios porque puso
leyes que controlan el movimiento de los astros, y asimismo organizó
nuestro planeta, sujetando la naturaleza bajo leyes que la rigen. Nada
se mueve por casualidad sin que haya una ley que lo gobierne.
En el ámbito de la vida humana, Dios también ha puesto leyes que
gobiernan las relaciones interpersonales. El Decálogo fue dado para
ayudar a la gente a vivir en paz con Dios y con su prójimo. Esta ley es
de carácter universal, pues busca el beneficio de toda la humanidad. Fue
instituida para nuestra felicidad y es inmutable y eterna.
Sin embargo, una lectura inadecuada de la Biblia en torno a la ley de
Dios puede llevarnos a conclusiones equivocadas. Hay quienes creen que
el Decálogo fue abolido en la cruz. Al leer en la Biblia la palabra
“ley” u “obras de la ley” inmediatamente piensan que se está hablando de
La Ley de Dios, los Diez Mandamientos.
Una lectura cuidadosa de la Palabra de Dios nos ayuda a entender que
el término “ley” puede referirse a la Ley de Dios o Decálogo, pero
también alude a la ley de Moisés o incluso el Pentateuco (los primeros
cinco libros de la Biblia), al cual los judíos llaman Torah.
Asimismo, la palabra “ley” puede referirse a las ceremonias y ritos que
debían celebrarse en el Santuario y que se describen en el Pentateuco.
Todos los ritos allí descritos prefiguraban la muerte del “Cordero de
Dios, que quita el pecado del mundo” (S. Juan 1:29, 36). Además, en el
Nuevo Testamento el término “ley” se usa para describir también a la
“ley del pecado” (Romanos 7:23).
La ley de Moisés en el Antiguo Testamento
Desde fines del siglo II a.C., los judíos reconocían una triple
división del Antiguo Testamento. Una evidencia de ello lo encontramos en
el prólogo de la versión griega del libro apócrifo, el Eclesiástico,
donde se menciona: la Ley, los Profetas y los Otros Libros. Jesús mismo usó esta triple división al referirse al Antiguo Testamento usando la expresión la ley, los profetas y los salmos (S. Lucas 24:44).
¿Qué contenía cada sección del Antiguo Testamento? La “ley”, o el Pentateuco,
constaba de los cinco primeros libros de Moisés. Los “profetas” se
dividían en profetas anteriores y posteriores e incluía a todos los
libros de los profetas del Antiguo Testamento. Los “escritos” contenían
los demás libros inspirados, entre ellos los libros poéticos (Salmos,
Proverbios, Job, Cantar de los Cantares, Rut, Lamentaciones,
Eclesiastés, Ester, Daniel, Esdras, Nehemías y Crónicas).*
La primera sección del Antiguo Testamento, llamada Ley, Pentateuco o Torah
en hebreo, era también conocida entre los judíos como “la ley de
Moisés”. Fue Dios quien ordenó a Moisés que escribiera este libro (Éxodo
17:14), y “cuando acabó Moisés de escribir las palabras de esta ley en
un libro hasta concluirse, dio orden Moisés a los levitas… Tomad este
libro de la ley, y ponedlo al lado del arca del pacto de Jehová”
(Deuteronomio 31:24-26).
El Pentateuco era considerado un solo libro y se lo denominaba de
diferentes maneras: (1) “el libro de la ley” (Deuteronomio 31:26; 2
Reyes 22:8); (2) “el libro de la ley de Jehová dada por medio de Moisés”
(2 Crónicas 34:14); (3) el “libro del pacto” (2 Crónicas 34:30); (4)
“la ley de Moisés” (Esdras 7:6) y (5) “la ley” (Deuteronomio 31:11; S.
Mateo 12:5).
El libro de la ley era reconocido por Israel como autoridad divina.
Lo que ordenaba debía obedecerse y lo que prohibía no debía hacerse.
Así, Josué debía conducir a Israel conforme a la ley de Moisés. La orden
de Dios a Josué fue: “Nunca se apartará de tu boca este libro de la
ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y
hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás
prosperar tu camino, y todo te saldrá bien” (Josué 1:8).
Por eso, poco antes de morir, David le encargó a Salomón que
obedeciera la ley de Moisés diciendo: “Guarda los preceptos de Jehová tu
Dios, andando en sus caminos, y observando sus estatutos y
mandamientos, sus decretos y sus testimonios, de la manera que está
escrito en la ley de Moisés, para que prosperes en todo lo que hagas y
en todo aquello que emprendas” (1 Reyes 2:3).
Después de regresar del exilio babilónico y reedificar el templo en
Jerusalén, los hijos de Israel, los sacerdotes y los levitas dedicaron
la casa de Dios con gozo, “y pusieron a los sacerdotes en sus turnos, y a
los levitas en sus clases, para el servicio de Dios en Jerusalén,
conforme a lo escrito en el libro de Moisés” (Esdras 6:16-18).
La ley de Dios y la ley ceremonial comparadas
Si no se hace la distinción entre el Decálogo y la ley de los ritos,
pareciera que el apóstol Pablo se contradice, porque primero afirma que
la ley es abolida y luego declara que la ley es confirmada. ¿Cómo una
misma ley puede ser abolida y confirmada al mismo tiempo? O esto es un
error craso, o el apóstol se está refiriendo a dos leyes distintas.
En realidad, Pablo habla de una “ley de los mandamientos expresados
en ordenanzas” [ritos] que fue abolida en la cruz (Efesios 2:15), y de
otra ley (los Diez Mandamientos) que es establecida o confirmada por la
fe (Romanos 3:31). Veamos las diferencias entre ambas:
¿Cómo saber a qué se refiere el término “ley” u “obras de la ley” en
un determinado pasaje de la Biblia? Para responder esta pregunta es
importante entender el contexto inmediato en que aparece la palabra. El
argumento que el autor bíblico está desarrollando ayuda a identificar el
significado de la expresión “ley” u “obras de la ley”.
Cuando la Biblia habla de una ley abolida, no se refiere a los Diez
Mandamientos, sino a la ley expresada en ritos u ordenanzas; es decir, a
la ley ceremonial que prefiguraba la muerte de Jesús. Cuando Cristo
murió en la cruz, ya no tenía sentido seguir obedeciendo la ley ritual
porque Jesús, el Cordero de Dios, ya había sido sacrificado.
* A. R. Miles. Introducción a las Sagradas Escrituras (San José, Costa Rica: Editorial Caribe, 1948), p. 134.
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martes, 27 de agosto de 2013
¿FUÉ ABOLIDA LA LEY DE DIOS?
Etiquetas:
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