Cuando era adolescente leí el libro Has Man a Future? (¿Hay
futuro para el hombre?), escrito por el famoso filósofo ateo y
evolucionista Lord Bertrand Russell, de Liverpool, Inglaterra. Según
este eminente filósofo, si los seres humanos no se llegan a eliminar los
unos a los otros por medio de las guerras, probablemente desaparecerán
por el hambre y la enfermedad. En otras palabras, el futuro de los
humanos puede ser resumido en una palabra: ¡EXTINCIÓN!
La primera cátedra de geología que escuché en la Universidad de
Aberystwyth fue presentada por el director de ese departamento, el
profesor Alan Wood. En su exposición, él especulaba sobre el futuro de
la especie humana. Y explicaba cómo, segùn la evolución, los humanos no
somos el producto final del proceso, pues la evolución continuará; y una
de dos: o los humanos se extinguirán como parte de ese proceso (de
nuevo la idea de extinción), o evolucionarán hasta convertirse en una
especie distinta que definitivamente no será humana. El profesor Wood
también especulaba acerca del tipo de criatura que la evolución
produciría dentro de unos 200 millones de años. Se preguntaba si la
nueva criatura se interesaría en la geología y si intentaría encontrar
fósiles de humanos que hubiesen vivido en el siglo veinte.
La evolución teísta: una teoría en problemas
Los evolucionistas que creen en Dios (teístas) ceden ante los
evolucionistas ateos en su interpretación del libro del Génesis, cuando
aceptan que la evolución se ha dado a lo largo de millones de años, sólo
que en un proceso controlado por Dios. También creen que la evolución
continúa hasta hoy y que Dios sigue controlando este proceso. Estas
creencias son contrarias a la clara enseñanza de la Escritura, según la
cual Dios ha terminado ya su creación (Génesis 2:1-2).
Si usted acepta la idea de la evolución, también tiene que aceptar el
dogma evolucionista que afirma que la especie humana es tan solo una
parte de la evolución de la vida en general, no algo especial, y el
hombre definitivamente no es un producto terminado.
Sin embargo, la Biblia nos enseña que el hombre es especial. Dios
creó la primera pareja humana a su imagen y semejanza. Adán y Eva fueron
creados por Dios. Adán lo fue del polvo de la tierra y Eva del costado
de Adán. Dios no los hizo evolucionar de los simios, de modo que no
estamos emparentados con los animales. En la Biblia, no hay siquiera una
pizca de evolución cuando se toca el tema de nuestros orígenes.
¿Quién era Adán?
Esta es la pregunta que los evolucionistas teístas no han podido
responder adecuadamente. Ellos tienen varias ideas en relación a la
identidad de Adán y la naturaleza de su caída. Quizá la interpretación
evolucionista más aceptada en relación a los primeros capítulos de la
Biblia (los que hablan de la creación) es la que afirma que Adán y Eva
eran personas que habían evolucionado de ciertos ancestros semejantes al
mono. Entonces, Dios los visitó e insufló su espíritu en ellos,
convirtiéndolos así en “seres espirituales”, poseedores de un
“conocimiento de Dios”, como lo llaman estos evolucionistas. La caída se
produjo cuando la pareja ignoró la revelación que Dios había dado
acerca de que le obedecieran. No se menciona, sin embargo, qué ocurrió
con las otras personas contemporáneas de Adán y Eva y que también, se
supone, provenían de ancestros evolucionados similares.
Lo que esta interpretación de los primeros capítulos de Génesis en
realidad hace es ignorar las claras enseñanzas de la Biblia, entre las
que podemos incluir la creación de Adán y Eva, el árbol del conocimiento
del bien y del mal, de cuyo fruto ellos comieron, y la ausencia de la
muerte antes de que Adán pecara.
Las sombrías predicciones de los evolucionistas
Entonces, ¿cómo ven el futuro los evolucionistas teístas? Para ser
consistentes, ellos tienen que apoyarse en un escenario evolucionista
que les ayude a definir el futuro. La mayoría de los científicos
evolucionistas concuerdan en que un día el universo llegará a lo que
ellos llaman la “muerte térmica”, es decir, la temperatura del universo
descenderá a tan sólo una fracción de grado por encima del cero
absoluto. Según estos científicos, esto ocurrirá cuando toda la energía
disponible que permite el funcionamiento del universo se haya consumido.
Después, todo cesará. El universo tan solo “será”.
De acuerdo con este escenario evolucionista, el tiempo que debe
transcurrir antes de que el universo llegue a este estado es casi
inimaginable. Se piensa que por lo menos mil millones de años deberán
transcurrir antes de que todas las estrellas consuman su energía y se
desintegren. Esta misma línea de pensamiento propone que en ese oscuro
universo todavía habrá destellos ocasionales de luz, cuando enormes
estrellas colapsen e implosionen, formando agujeros negros. Durante los
siguientes 10122 años (esto es, un 10 seguido de 122 ceros), estas
implosiones, llamadas radiación de Hawking, serán lo único que
ocurrirá en el universo. Luego, una vez que todos los agujeros negros se
hayan disipado, habrá oscuridad por otros 1026 años, tiempo durante el
cual el universo tan sólo “será”, pero nada ocurrirá en él.
Compare esa sombría predicción con lo que la Biblia enseña acerca del
futuro. En vez de una fría “muerte térmica”, la Biblia nos enseña que
el universo experimentará una destrucción por calor, seguida por una
recreación: “Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el
cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo
serán desechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas”
(2 Pedro 3:10). Después de esto Dios creará “cielos nuevos y tierra
nueva, en los cuales mora la justicia” (2 Pedro 3:13).
El glorioso futuro del cristiano
La muerte de Jesús en la cruz y su victoria sobre la muerte tres días
después, nos provee la llave de entrada a estos cielos nuevos y tierra
nueva. Jamás podremos enfatizar demasiado que el cielo es sólo para
quienes hayan puesto su confianza en el Señor Jesucristo, los que se han
arrepentido de sus pecados y han confiado en que murió por ellos. La
Biblia nos enseña que cuando los creyentes en Cristo resuciten de entre
los muertos, todavía serán seres humanos, pero sus cuerpos serán
levantados “en incorrupción… gloria” y “poder” (1 Corintios 15:42, 43).
No evolucionaremos hasta convertirnos en otra especie, sino que
resucitaremos con cuerpos distintos. Cuerpos que nunca morirán.
Por Monty White
Por Monty White
El Dr. Monty White es un científico creacionista que
actualmente defiende la idea de que la tierra es de corta edad, aunque
al principio de su experiencia cristiana creía en la evolución teísta.
Desde el año 2000, el Dr. White ha sido presidente ejecutivo de la
revista Answers in Genesis (Respuestas en el libro del Génesis), Inglaterra.
Tomado de El Centinela®
de Mayo 2007
Tomado de El Centinela®
de Mayo 2007
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