¿Qué nos espera según la Biblia?
La Palabra de Dios señala de dónde venimos y a dónde vamos. Es una
ley de la vida que todo lo que tiene comienzo tiene un fin; y la cadena
de dolor y muerte de la familia humana pronto concluirá, porque la
inefable Palabra de Dios ha dicho: “Enjugará Dios toda lágrima de los
ojos de ellos, y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni
dolor; porque las primeras cosas pasaron” (Apocalipsis 21:4).
El apóstol San Pedro nos recuerda: “Tenemos también la palabra
profética… a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha
que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de
la mañana salga en vuestros corazones” (2 Pedro 1:19).
Pero mientras ese gran día llega, todavía estamos aquí en la tierra.
Dios ha prometido que toda cosa que afecte la vida de sus hijos, él la
anunciará anticipadamente. En el libro de Amós leemos: “Porque no hará
nada Jehová el Señor, sin que revele su secreto a sus siervos los
profetas” (3:7). Reiteradamente se menciona en las palabras de Cristo el
fenómeno de la guerra y la violencia como una de las señales
características del fin del mundo (véase S. Mateo 24:6-8; S. Lucas 21:9,
10, 20, 24). El apóstol San Pablo añade que la crueldad, la ingratitud,
la soberbia y el egoísmo serían signos de “los postreros días” (2
Timoteo 3:1-5). A su vez el apóstol Santiago, en el capítulo 5:1-6 habla
incluso de los conflictos laborales y sociales del tiempo del fin.
En el capítulo dos de su libro, el profeta Daniel descorre el velo
del futuro por medio de una insólita profecía. Sucedió a comienzos del
siglo VI a. C., cuando Daniel, uno de los jóvenes hebreos transportados a
Babilonia (hoy Irak) por el rey Nabucodonosor, fue despertado para
encarar la muerte. El rey había preparado a estos inmigrantes para
servir en el palacio, pero Daniel se había destacado en que “tuvo
entendimiento en toda visión y sueños” (Daniel 1:17).
Esa noche el rey se había ido a la cama preocupado por el futuro de
su imperio, y el eterno Dios le dio un sueño que los adivinos se
declararon incapaces de descifrar (Daniel 2:11). El rey dio la orden de
matar a los sabios de su reino, y ¡esta fue la oportunidad de Daniel!
Dios decidió usar a un rey pagano para cumplir su promesa de Amós 3:7.
“Tú, oh rey, veías una gran imagen (estatua) de oro, de plata, de
bronce, de hierro, sus pies en parte de hierro y en parte de barro
cocido. Tú eres aquella cabeza de oro —dijo el profeta Daniel—. Después
de ti se levantará otro reino inferior al tuyo y luego un tercer reino
de bronce, el cual dominará sobre toda la tierra. Y el cuarto reino será
fuerte como hierro… desmenuzará y quebrantará todo” (ver Daniel
2:37-42).
Y la profecía se cumplió. Babilonia fue conquistada por Medopersia
(hoy Irán norte y sur). A su vez, Alejandro el Grande, hijo de Filipo de
Macedonia, conquistó Medopersia y llegó hasta la India, pero debido a
sus excesos, su imperio fue efímero y en 168 a.C. fue dominado por Roma,
la que cuatro siglos después se dividió, cumpliendo la profecía (Daniel
2:41). El emperador Constantino trasladó la sede del imperio a
Bizancio, y cambió su nombre por Constantinopla, que más tarde fue
llamada Estambul, y hoy se conoce como Turquía.
Los capítulos siete al nueve de Daniel forman la cadena profética que
llega a nuestros días y se prolonga hasta la eternidad, cuando “una
piedra fue cortada, no con mano [humana], e hirió a la imagen en sus
pies de hierro y de barro cocido, y los desmenuzó” (Daniel 2:34).
Leemos: “En los días de estos reyes el Dios del cielo levantará un reino
que no será jamás destruido. . .” (vers. 44).
El profeta Isaías, capítulo 28:16 se anticipa unos 150 años para
anunciar: “He aquí que yo he puesto en Sion por fundamento una piedra,
piedra probada, angular, preciosa, de cimiento estable”. San Pedro, en
Hechos 4:11 y 12 identifica a Cristo como la piedra puesta por “cabeza
del ángulo. Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre
bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos”.
¿Qué queda de las naciones representadas por los pies de hierro y
barro cocido? La Escritura anunció que estas naciones tratarían de
formar un quinto imperio después del derrumbe de la Roma imperial, pero
que “no se unirán el uno con el otro, como el hierro no se mezcla con el
barro” (Daniel 2:43). La historia comprueba el cumplimiento fidedigno
de este anuncio.
Quizá el primero en intentar la unión de las naciones europeas fue
Carlo Magno, con su “Sacro Imperio Romano Germánico”, que se prolongó
hasta llegar a los reyes de Francia, que terminaron decapitados en la
persona de Luis XVI y su esposa María Antonieta. Otros que desafiaron la
profecía son: Napoleón, Hitler y la Unión Soviética, hasta su derrumbe
en noviembre de 1989.
En el año 2005 un grupo de 25 cristianos adventistas viajamos a
Turquía como arqueólogos aficionados, para visitar las siete iglesias
fundadas por Pablo. Estuvimos un sábado a orillas del Mar Egeo en donde
me invitaron a predicar. Mi tema se basó en el capítulo dos del libro de
Daniel. Y ahí en tierra de Anatolia y al aire libre, en el país donde
se forjó el derrumbe del gran Imperio Romano, comencé a hablar de la
ciudad de los tres nombres. Para esto el guía, que hablaba muy buen
español, no parecía muy interesado en mi plática y rondaba aburrido en
torno a un improvisado santuario. Pero su actitud cambió cuando mencioné
la ciudad de los tres nombres: Bizancio, Constantinopla y Estambul,
mientras enfatizaba la profecía divina: “No se unirán”. Entonces me
atreví a decir algo que lo sacudió: “No me extrañaría que la Unión
Europea se desintegre en los próximos cinco años, y que su moneda, el
euro, que hoy desafía al dólar, se venga abajo”. El guía se acercó al
improvisado púlpito, y en cuanto terminé mi tema, me preguntó cómo
podría yo probar lo que acababa de decir. Providencialmente, llevaba
conmigo el libro El conflicto de los siglos, una obra histórico profética, que le mostré, junto con la Biblia.
—¿Cómo puedo tenerlo? —me preguntó.
—Es suyo —le contesté sonriendo. Al oír esto casi me lo arrebata de las manos.
La Unión Europea y la profecía de Daniel 2
Nuestro revuelto mundo sólo podrá ser arreglado por la mano poderosa
del que lo creó. La Unión Europea, última organización política que ha
desafiado la Palabra sagrada, lleva en sí la semilla de la
desintegración: Fundada el 25 de marzo de 1957, la U. E. (Antes
Mercomún) representa una unidad incierta que agrupa naciones diversas
como Francia, Alemania, Italia, Rumania y Polonia. Pretende ser una
superpotencia, capaz de alternar con Estados Unidos y desafiar el dólar,
pero carece de un ejército que respalde su poder.2
Los países más débiles que la integran desconfían de los fuertes,
mayormente por no participar en las reuniones que toman decisiones y
marcan el rumbo. Los países débiles generalmente tienen carencias en la
producción y mercadeo de sus productos y no pueden competir con los
países que tienen una tecnología avanzada. Aquí se aplica la declaración
profética: “¿Andarán dos juntos, si no estuvieren de acuerdo?” (Amós
3:3).
¿A qué podemos aspirar, y qué esperanza alimentar en un mundo en
estado de descomposición y deterioro? La Sagrada Palabra predice un
tiempo de aumento del conocimiento, a la vez que reinan los motivos de
angustia (Daniel 12:1, 4). Pero también nos dice que en momentos como
éstos, hemos de levantar nuestras cabezas, porque nuestra redención está
cerca (ver S. Lucas 21:28).
Por Pedro Arano Molina
Por Pedro Arano Molina
1L. A. Times, 5 de mayo de 2007. 2L .A. Times, 1º de mayo de 2007 y World Almanac 2006.
El autor es evangelista y ministro de la Iglesia Adventista y escribe desde Los Ángeles, California.
Tomado de El Centinela®
de Septiembre 2007
Tomado de El Centinela®
de Septiembre 2007
No hay comentarios:
Publicar un comentario
POR FAVOR DEJANOS TUS COMENTARIOS...SON DE GRAN IMPORTANCIA..